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“Los lobos tienen que sentir que el hombre no siempre es inofensivo”

03.04.2020 – Entrevista: Theodora Peter

Para que las personas y los lobos puedan convivir es necesario regular la población de lobos, opina Reinhard Schnidrig. El guardabosques más eminente de Suiza aboga por no satanizar ni idealizar a este animal salvaje.

¿Cuántos lobos puede albergar un pequeño país como Suiza?

Reinhard Schnidrig: El número de lobos no es decisivo. Lo importante es que éstos conserven su timidez natural. Los Alpes suizos y el Jura podrían albergar unas 60 manadas, es decir, unos 300 animales. Ese es el límite ecológico. Si hablamos de protección de la especie, se necesitan como mínimo unas 20 manadas para preservar al lobo durante varias generaciones. Sin embargo, tenemos que controlar su crecimiento para que las personas y los lobos puedan convivir.

¿Algún día nos volverá a parecer normal la presencia del lobo?

En los últimos veinte años ha surgido una cierta tolerancia. Al principio, cada lobo era motivo de discusión. Por suerte, esto ha cambiado. El hecho es que el lobo está aquí y se quedará. Pero la población local no aceptará que un lobo deambule por un pueblo a plena luz del día. El lobo debe vivir en el bosque y en las montañas, y respetar el hábitat de los seres humanos y de sus animales domésticos. La gestión de lobos y la nueva ley de caza contribuyen a evitar conflictos.

¿Qué tan peligroso es el lobo para las personas?

En sí, el lobo no representa un peligro mayor para el ser humano. En la zona alpina no se ha producido ningún ataque en los últimos años. Los lobos de Europa Central han aprendido a evitar al hombre, porque han sido perseguidos durante siglos. Pero el lobo se percata muy rápido de que ya no corre peligro y se acerca cada vez más a las zonas habitadas. El objetivo de la gestión de lobos es mantener la timidez de estos animales. Una manada tiene que sentir que el hombre no siempre es inofensivo.

¿Es posible controlar el comportamiento del lobo?

En la gestión de lobos hay que saber cuándo actuar y cuándo no. Es necesario actuar, por ejemplo, cuando los lobos aprenden a burlar las medidas de protección. En esos casos hay que evitar que los lobos perfeccionen su táctica. Cuando los guardabosques abaten a un lobo joven en el lugar donde ocurrió un ataque, sus padres aprenden a mantenerse alejados de las personas y a respetar las medidas de protección. La experiencia ha demostrado que estas medidas surten efecto. Por ejemplo, una manada no volvió a acercarse después de que los guardabosques mataran a un lobo joven.

¿No es posible dejar que la naturaleza se encargue de regular la población de lobos?

En los extensos bosques de Alaska es posible; en un país tan densamente poblado como Suiza, no. Si no hacemos nada y nos negamos a modificar la ley de caza, los cantones no dispondrán de ningún instrumento para regular de forma anticipada el creciente número de lobos. Puede parecer despiadado abatir a un lobo joven, pero la compasión con un solo animal no contribuye a preservar a largo plazo una población en el marco de la protección de especies.

Muchas veces el lobo es idealizado o satanizado. ¿Por qué?

El lobo no es una bestia sanguinaria, pero tampoco se debe glorificar. Es un animal salvaje, que posee una gran capacidad de adaptación y de aprender. El lobo, al igual que los seres humanos, vive en grupos familiares. Los pueblos primitivos lo veneraban. Fue en la Edad Media cuando el lobo se convirtió en la imagen de un enemigo porque atacaba el ganado. Aunque los lobos no mataban gente, sí devoraban los restos de los soldados muertos en los campos de batalla de la Edad Media. Finalmente, el mito del “lobo malo” terminó abriéndose paso a través de cuentos como “Caperucita Roja”.

Acerca de nuestro entrevistado: Reinhard Schnidrig es Director de la sección “Animales Salvajes y Biodiversidad” de la Oficina Federal de Medioambiente. Estudia al lobo desde hace casi 25 años. Todavía no se ha topado con ningún lobo salvaje en Suiza, pero sí en Alaska y Mongolia.

Reinhard Schnidrig es director de la sección Animales Salvajes y Biodiversidad de la Oficina Federal de Medioambiente (Bafu). Se ocupa del lobo desde hace casi 25 años. Todavía no se ha topado con ningún lobo salvaje en Suiza, pero sí en Alaska y Mongolia.

Véase también: Ha venido para quedarse

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