Primero aplaudida, luego envenenada: el triste destino de la nutria Peterli, mascota del zoológico de Berna
19.12.2025 – Roger Sidler
La historia de Peterli es representativa del trato que solía brindarse a los animales silvestres en Suiza: hasta mediados del siglo XX, la nutria se consideraba como un voraz depredador de peces y se perseguía sin piedad. Esta mala reputación le costó la vida a Peterli, la entrañable mascota del zoológico Dählhölzli de Berna, convirtiéndola en testigo de su época.
En 1953, Heini Hediger, Director del zoológico de Basilea y destacado zoólogo, se dirigió al Consejo Federal a través del ensayo “Nutrias y consejeros federales”, agradeciéndole la revisión de la Ley de Caza recién promulgada. Esta fecha marcó un hito: la nutria, al igual que otras especies, como la alondra o el águila real, dejó finalmente de ser un animal ferozmente perseguido para convertirse en una especie protegida. Sin embargo, esta medida llegaba muy tarde para la nutria, la cual, para entonces, se encontraba prácticamente extinta.
Cada animal abatido significaba una jugosa recompensa: el cazador Rudolf Plattner con una nutria abatida en Reigoldswil (1927). Foto procedente del Archivo Cantonal de Basilea-Campiña, StABL PA 6181 02.01
La nutria, sentenciada a muerte
Hediger siempre consideró un grave desacierto la Ley de Caza del año 1888, cuyo artículo 22 rezaba: “Deberá promoverse en la medida de lo posible el exterminio de nutrias, garzas y otros animales especialmente dañinos para la pesca.” De ahí que la ley también previera generosas primas por cada animal abatido: 20 francos en San Galo, 15 en Berna y 40 en Vaud. A estas jugosas “recompensas” a menudo se agregaban subvenciones de las asociaciones pesqueras cantonales y locales, ya que los cazadores mostraban poco interés por las nutrias: preferían cazar ciervos, corzos y jabalíes por su carne.
Mientras que en los años 1890 aún se cazaban entre cien y ciento cincuenta nutrias al año, en la Segunda Guerra Mundial esta cifra bajó a menos de diez. En 1932, las autoridades abonaron la última prima por abatimiento: debido a la falta de animales, el incentivo financiero había perdido su razón de ser. A mediados del siglo XX, las nutrias habían desaparecido por completo de la región.
Una cría abandonada
El compromiso de Heini Hediger a favor de la fauna suiza comenzó con el triste destino de una entrañable nutria llamada Peterli. De 1938 a 1944, Hediger dirigió el zoológico Dählhölzli de Berna, donde se encariñó con esta nutria. Durante todo un verano, Peterli causó un auténtico revuelo en Dählhölzli, para gran satisfacción de Hediger, quien no podría haber soñado mejor publicidad para su zoológico.
La nutria Peterli, cuando aún no había alcanzado la edad adulta, en brazos de un joven visitante del zoológico. Foto Heini Hediger, 1938/1939
¿Pero cómo llegó Peterli a Dählhölzli? En junio de 1938, el guardián jefe del zoológico, Werner Schindelholz, se topó, durante un paseo a lo largo del río Aar, con una cría de nutria ciega, que no podía tener más de unos días de vida, según relató él mismo. Normalmente, las crías abren los ojos a los treinta días de haber nacido, y no suelen abandonar sus madrigueras antes de transcurridas diez semanas. Por lo tanto, parece poco probable que Schindelholz encontrara la cría abandonada al borde del camino. Más probable es que el guardián y experimentado cazador la descubriera en su madriguera, y como llevaba ya toda su vida anhelando encontrar algo así, se llevó a casa a la nutria, que pesaba 220 gramos y medía menos de veinte centímetros; le puso el nombre de “ Peterli”, es decir, “Pedrito”; el animal creció y prosperó.
En otoño de 1938 se rumoreaba en Berna que una nutria salía a pasear acompañada de un hombre, a quien obedecía como un perrito. Schindelholz se llevaba a Peterli hasta en el autobús: el hecho está comprobado; en cambio, lo que no se puede comprobar con certeza es si la nutria llegó a ponerse en el regazo del Consejero Federal Giuseppe Motta, tal y como afirma Hediger en sus memorias.
El guardián del zoológico Werner Schindelholz dando un paseo invernal con la nutria Peterli; fotografía de Heini Hediger, administrador del zoológico. Foto Heini Hediger, 1938/39
A principios de 1939, Schindelholz entregó su nutria al zoológico, donde se convirtió inmediatamente en una estrella. Peterli era la gran atracción del zoológico: todas las tardes, la nutria amaestrada se dirigía a la fuente del restaurante Dählhölzli, donde una multitud la aguardaba. Con una elegancia y destreza dignas de una bailarina giraba en el agua, ejecutaba malabarismos con una pelota, atrapaba peces en el aire y los devolvía. A continuación, Schindelholz la conducía a un recinto de hormigón, con agua y piedras.
Terrones de azúcar y hojas de afeitar
Pronto, el zoológico tuvo que afrontar el lado oscuro de la fama de Peterli. Dado que su estanque se encontraba en la zona de libre acceso del parque, la nutria quedaba a merced de los caprichos del público, que intentaba tomar el pelo al animal con bolsos, sombreros, paraguas y palos; los visitantes le arrojaban juguetes y otros objetos que a menudo eran peligrosos para la nutria. Ni el cerco improvisado de alambre ni los paneles de aviso lograron disuadir a los visitantes, por lo que el parque tuvo que tomar cartas en el asunto, demandando a los más atrevidos, lo cual no hizo sino generar descontento entre la ciudadanía.
La nutria Peterli estaba a merced de las personas, su estanque era accesible día y noche y los límites entre el juego y el maltrato eran difusos. Foto: Biblioteca Burger de Berna
Por su parte, el representante del Gobierno municipal encargado del zoológico expresó su malestar ante el revuelo que causaba Peterli, exigiendo que se pusiera fin a sus actuaciones. Sin embargo, el Director del zoológico, Hediger, hizo oídos sordos. Finalmente, fue la biología la que contribuyó a calmar los ánimos: al alcanzar la madurez sexual, Peterli, con más de un año de edad, empezó a mostrarse menos obediente. Aunque se había vuelto más salvaje, la nutria seguía acercándose cuando Hediger la llamaba por su nombre. Seguía deleitando al público, que no dejaba de arrojarle todo tipo de objetos al estanque: entre otros, bocados exquisitos, como terrones de azúcar, aunque también peligrosas hojas de afeitar. La noche del 5 de diciembre de 1941, un cebo envenenado acabó en el estanque. A la mañana siguiente, los guardianes encontraron a Peterli sin vida en su guarida. La noticia corrió como la pólvora. El periódico Der Bund publicó una nota necrológica sobre ese “alegre y juguetón compañero”.
Refuerzos desde Varsovia
Ya una de las dos nutrias predecesoras de Peterli, adquiridas por 550 francos para la inauguración del zoológico en 1937, había desaparecido sin dejar rastro. En general, los parques zoológicos no eran en absoluto un lugar seguro para los animales silvestres. De hecho, en 1951, el zoológico de Zúrich denunció, por tercera vez consecutiva, un ataque mortal contra las nutrias por parte de los visitantes. En uno de estos incidentes, uno de los animales había muerto a pedradas.
Tras la muerte de Peterli, Berna renunció temporalmente a tener nutrias. No fue hasta 1949 cuando se buscó un ejemplar para el nuevo cercado de nutrias, situada en el bosque detrás del vivario, en la zona protegida de Dählhölzli. Al no encontrar ningún ejemplar en el país, la Directora del zoológico, Monika Meyer-Holzapfel, tuvo que traer en avión desde Varsovia al sucesor de Peterli.
Profesor Heini Hediger, director del Zoo de Zúrich, 1972. Foto Keystone
Un animal cazado, pero apenas estudiado
El triste destino de Peterli motivó a Hediger a abogar con ahínco en favor de las nutrias. En publicaciones y programas de radio salió en defensa de estos animales, injustamente tachados de depredadores de peces. Logró desmontar el mito de que devoraban los peces a raudales y cazaban por puro placer asesino. En el zoológico de Basilea, las nutrias consumían una media de 600 gramos de alimentos al día, y no kilos y kilos de pescado, como pretendía la prensa. También comían ranas, cangrejos de río, ratas, ratones y aves acuáticas. Cuando la nutria fue declarada especie protegida en Suiza, Hediger daba por hecho que esta especie se había extinguido, a excepción de unos pocos ejemplares. Lamentó que se hubiera desaprovechado la oportunidad de averiguar más sobre estos animales. Por ejemplo, Hediger desconocía la razón por la que las nutrias no se reproducían en cautividad. En aquel entonces, los conocimientos sobre la fauna autóctona eran escasos.
Por esas fechas aún existían entre 80 y 150 ejemplares, repartidos en unas pocas poblaciones aisladas entre sí a orillas de los lagos de Neuchâtel y Biel, así como en los Grisones. Sin embargo, a pesar de las medidas de protección implementadas por el Gobierno, esta población residual también acabó desapareciendo: la destrucción de su hábitat y la contaminación ambiental acabaron con las pocas nutrias que habían logrado sobrevivir. Los bifenilos policlorados (PBCs), compuestos químicos usados por la industria, se acumularon en su organismo a través de la alimentación, provocándoles infertilidad. Aunque Suiza prohibió los BPCs en 1968, tres años más tarde murió la última nutria del lago de Neuchâtel. Suiza declaró oficialmente extinta a la nutria.
Buenas noticias
En Suiza, durante dos decenios, las nutrias solo podían observarse en ciertos zoológicos o como especímenes disecados en los museos. Por suerte, en 1985 se logró por primera vez que nacieran nutrias en cautividad: primero en Berna y, un día después, en Zúrich; y en 2009, este animal, maestro en el arte de la supervivencia, hizo su discreta reaparición en la naturaleza. Si bien inicialmente se reportaron avistamientos de individuos aislados, actualmente también se han observado crías. La frágil población muestra signos de recuperación.
Zootiere als Zeitzeugen. 2024, editorial “Hier und Jetzt”, 208 páginas, ISBN 978-3-03919-623-4, CHF 34.00
Los animales de zoológico como testigos de su tiempo
La historia de Dählhölzli
Hay muchas maneras de contar la historia de un zoológico. El historiador Roger Sidler (nacido en 1968) cuenta esta historia desde el punto de vista de los animales: la nutria Peterli, el tigre Igor y la gata montés Céline vivieron en el parque zoológico de Dählhölzli en diferentes épocas. Estos animales, junto con los demás huéspedes del zoológico, también reflejan los cambios sociales y son testigos de una época. Al arriesgar su vida en el escenario del zoológico, estos animales nos obligan a plantearnos importantes preguntas existenciales.
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