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  • Reportaje

“Mucho más que un simple ascensor”

19.12.2025 – Dölf Barben

Ningún medio de transporte público en Suiza tiene un recorrido más corto que el Mattelift, en Berna. Sin embargo, este ascensor cuenta con una historia mucho más larga: una historia que Peter Maurer, su operador, se sabe al dedillo.

¿Más alto, más apartado, más rápido, más bonito? En busca de los récords suizos más originales. Hoy: el medio de transporte público con el recorrido más corto de toda Suiza.

“Si prefieren, pueden subir por las escaleras”, sugiere Peter Maurer a dos mujeres que acaban de llegar a la taquilla amarilla; ellas se ríen, porque se dan cuenta enseguida de que no les habla en serio. Peter Maurer, de 69 años, trabajó como periodista de radio; ahora, ya jubilado, se dedica a operar el Mattelift. Se hace llamar “ascensorista”.

Basta ver cómo entabla conversación con la gente para advertir que domina a la perfección el arte de la ironía. A un hombre mayor le dice: “No hay problema si se queda con el sombrero puesto”. El hombre le responde con una sonrisa cómplice.

El Mattelift es un ascensor muy especial: aunque su cabina tiene botones, como cualquier otro, y aunque es posible pulsarlos, no se puede entrar y arrancar el viaje sin más. Se requiere un boleto, porque el Mattelift es un medio de transporte público subvencionado, regulado y concesionado por el Gobierno. Además, es el que tiene el recorrido más corto de toda Suiza: treinta metros, menos de lo que mide un tranvía. Por cierto: los lugareños lo llaman simplemente “Senkeltram”: el “tranvía de cordón”.

La “estación superior” del ascensor resplandece en la noche sobre el barrio de Matte. En sus inicios, el Mattelift también superaba una brecha social. Foto Peter Maurer

Lo opera una sociedad anónima privada. “Desde un punto de vista jurídico, se trata de un funicular”, aclara su Presidente Marc Hagmann, solo para añadir acto seguido: “Pero, evidentemente, es un ascensor”. En 1897, cuando se inauguró, el Mattelift era considerado una innovación técnica. En la actualidad transporta a más de 700 personas al día, o sea, más de 20 000 al mes. El costo del trayecto es de 1,50 francos, también para perros y bicicletas. Se puede pagar con diferentes tarjetas de transporte público. Aunque su explotación apenas genera ganancias, Hagmann subraya que cumple una labor “de carácter social”. El Mattelift fue el primer ascensor eléctrico para personas instalado en un espacio público en Suiza. Es comparable al Hammetschwand del lago de Lucerna, el ascensor al aire libre más alto de Europa. El Mattelift también es un ascensor al aire libre porque no se encuentra dentro de un edificio, sino al exterior, adosado a la muralla sobre la cual se levanta la plataforma de la catedral, esa magnífica terraza situada en el lado sur de la principal y más grande iglesia de la ciudad de Berna.

Peter Maurer lo afirma: “El Mattelift es mucho más que un simple ascensor”. Y para muchos vecinos del barrio, él es, a su vez, mucho más que un simple ascensorista. Foto Marc Lettau

Un desnivel de 30 metros, o 183 escalones, puede parecer poca cosa. Sin embargo, en los comienzos, estos “altos y bajos” eran un reflejo de las desigualdades sociales, comenta el ascensorista Peter Maurer. Arriba, en el casco antiguo, residían las familias pudientes de Berna; mientras que abajo, en el barrio de Matte, vivía la gente humilde: curtidores, lancheros, balseros. En algunas casas de la lúgubre Badgasse, lo que eran oficialmente baños públicos llegaron a convertirse en prostíbulos. “Los ricos se opusieron al ascensor, porque no querían codearse con la gente de Matte”, nos comenta Peter.

Probablemente no le falte razón, puesto que, en un estudio sobre los inicios del Mattelift, el historiador Stefan Weber describe la intensa oposición que suscitó este proyecto; afirma que no es descabellado pensar que los habitantes de los barrios altos de la ciudad menospreciaban a los de Matte, aunque no lo manifestaran explícitamente: se decían preocupados de que el ascensor afeara la plataforma de la catedral, esa “joya de la ciudad de Berna”, y “perturbara seriamente” su preciado entorno.

Aquellos tiempos han quedado atrás: el ascensor de Matte terminó siendo bien recibido porque era símbolo de progreso. Las diferencias sociales se han reducido considerablemente desde entonces, afirma Peter. Hoy, en el barrio de Matte también vive gente acomodada, y eso “gracias a la gentrificación”, dice Peter con su característica ironía.

“Para algunos, seguimos siendo los únicos con los que mantienen un contacto regular.”

Peter Maurer, ascensorista

Peter lleva cinco años operando el Mattelift. “Nos turnamos siete hombres y dos mujeres, todos jubilados”, explica. Peter trabaja entre siete y ocho jornadas al mes. Siempre le ha gustado conversar con la gente. Antes, cuando era periodista, era él quien se acercaba a los demás; pero “ahora, son ellos los que vienen a mí”. Su historia ya la ha contado una vez a la revista suiza Beobachter.

Peter es todo un filósofo. Suele decir que el ascensor tiene mucho parecido con la vida real: a veces sube y a veces baja. Su propia vida no ha estado exenta de golpes del destino: hace diez años falleció su esposa; pero también ha habido lances de fortuna: siendo viudo con varios hijos a su cargo, llegó a trabajar al Mattelift por una afortunada coincidencia. Mientras nadaba en el río Aar, un compañero le gritó desde la orilla que estaba trabajando como ascensorista. “Eso me galvanizó”, comenta Peter; y esa misma noche decidió que él también sería ascensorista.

Un ascensor para mentes creativas: temporada tras temporada van surgiendo nuevos carteles a partir de las fotos del Mattelift. Foto Peter Maurer

Desde entonces, Peter y el Mattelift se han vuelto compañeros inseparables. Parece evidente que este trabajo lo hace feliz. “Es mucho más que un ascensor, mucho más”, asevera. Y en su afán por captar toda la esencia del Mattelift, empezó a fotografiarlo a cualquier hora del día y en cualquier temporada del año, desde todos los ángulos posibles. Y cada pocos meses diseña un cartel. El más reciente, expuesto en la estación inferior, se titula “El ascensor de los girasoles”.

El Mattelift es más que un ascensor: esto es especialmente cierto para los vecinos de Matte, quienes lo utilizan a diario. Para algunos de ellos, sobre todo las personas mayores, sus operadores y operadoras son auténticas figuras de referencia, cuenta Peter. “Siempre estamos dispuestos a entablar una conversación; para algunos, somos los únicos con los que mantienen un contacto regular”, dice Peter.

“Nos percatamos de cómo está la gente”, si está preocupada o de buen humor, afirma. Y si notamos que a alguien le faltan las fuerzas, “al salir lo ayudamos un par de metros con las bolsas de la compra”. Para Peter, el Mattelift es como un faro que ilumina el barrio, especialmente en invierno, cuando al amanecer aún está todo a oscuras. Cuando el ascensor se pone en marcha a las seis de la mañana, se enciende una luz arriba: “A partir de ese momento, todo el mundo sabe que uno de nosotros está ahí”.

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