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Harald Feller, el discreto héroe bernés

19.12.2025 – Susanne Wenger
Retrato de Harald Feller del 18 de abril de 1945. Foto Keystone

En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, ocultó a judíos perseguidos en su residencia diplomática de Budapest; fue torturado por los fascistas húngaros y, luego, deportado por los rusos. La vida del bernés Harald Feller parece de película, pero su historia la conocen muy pocos. Un nuevo libro del historiador François Wisard, publicado en alemán y francés, pretende hacerle justicia: relata los acontecimientos de forma objetiva, basándose en fuentes documentales.

De 1943 a 1945, siendo aún un joven jurista, Feller trabajó en la legación suiza de Budapest. Allí vivió la ocupación alemana, la toma del poder por los nazis húngaros y la sangrienta batalla por la ciudad, que culminó con la victoria del Ejército Rojo. Permaneció en la embajada y terminó encargándose de su gestión. Es un hecho conocido que, desde 1944, la legación (oficialmente neutral) dirigida por el Vicecónsul Carl Lutz, impidió la deportación y la muerte de decenas de miles de judíos mediante la expedición de salvoconductos (véase Panorama, 3/2023).

Feller se unió a esta heroica acción y salvó al menos a 32 personas. A algunas les proporcionó documentos para salir del país y facilitar su tránsito, a otras les dio refugio en su residencia. Al hacerlo, no solo incumplió las instrucciones de servicio, sino que también asumió grandes riesgos personales. A finales de 1944 lo interrogaron y maltrataron los nazis húngaros, y en febrero de 1945 lo secuestraron los servicios secretos soviéticos para utilizarlo como moneda de cambio en sus negociaciones con Suiza. Tras un año de cautiverio en Moscú, fue intercambiado por prisioneros rusos. A su regreso, se enteró de que se había iniciado un procedimiento judicial en su contra.

Las autoridades suizas estaban llevando a cabo diligencias por su presunta colaboración con los nazis. A pesar de que las inculpaciones resultaron infundadas, Feller nunca llegó a ser rehabilitado oficialmente. A diferencia de Carl Lutz, que luchó por su reconocimiento hasta su muerte en 1975, Feller se retiró discretamente. Ejerció de fiscal en Berna y, tras jubilarse, se dedicó con entusiasmo al teatro. A mediados de los años 1990, Eva Koralnik se puso en contacto con él. Ella era una niña cuando Feller la ayudó a escapar a Suiza con su madre y su hermana. Y en 1999, a petición de Koralnik, el centro conmemorativo del Holocausto Yad Vashem honró al suizo, entonces ya con 86 años, como “Justo entre las Naciones”.

Feller falleció en 2003. Si bien sus experiencias son únicas en la diplomacia suiza, nunca pensó en escribir sus memorias: afirmaba haber cumplido estrictamente con sus obligaciones.

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