En 1937, Kuhn se incorporó al equipo de arquitectos de la Exposición Nacional de 1939 y, tras su inauguración, se refugió en las montañas del Entlebuch para escribir su segunda y última novela: Junge Kräfte grünen [“Las fuerzas vivas de la juventud”], publicada en 1941 por Eugen Rentsch, de Erlenbach (ZH) (al igual que su primera novela). Los censores nazis, cuyo veredicto se desconoce, debieron de darse un festín: amor en el granero y en plena naturaleza, mozas de “anchas caderas” cabalgando desnudas por espacios salvajes, mujeres que entienden el parto como un rito religioso… si algún libro suizo de aquellos años encaja a la perfección con el ideal de sangre y tierra del Tercer Reich por su misticismo de la naturaleza, su culto a la fertilidad y a los héroes, es este, ¡un libro que fue subvencionado con fondos federales suizos!
Sin embargo, esta novela de ambiente denso, que no es en modo alguno obra de un diletante, es muy reveladora de la extraña fascinación que puede ejercer este tipo de romanticismo de la fertilidad, revestido de misticismo y llevado hasta lo sublime. A esta fascinación sucumbe también el lector de hoy, a pesar de lo incómodo que de buen seguro le resulta este libro. Porque Kuhn sabe contrastar hábilmente las fuerzas maternales de la tierra y de la naturaleza, que al final de la novela acaban imponiéndose, con la civilización técnica moderna en la más terrible de sus consecuencias.
“Cuidado”, predicaba Simón, “no sea que el silencio de vuestros campos se rompa por el ruido del mundo y se os eche encima la inquietud de la guerra, junto con la codicia de dinero y poder. ¡Cuidaos de que el traqueteo de las máquinas no ahogue el canto de las alondras en el campo y el magnetismo de la lujuria no acalle la alegre llamada de la juventud!”
Traducción libre de: Rudolf Kuhn, «Junge Kräfte grünen». Novela. Editorial Eugen Rentsch, Erlenbach 1941. Agotada.
La explosión de una bomba atómica en la llanura del Linth —tres años después de que Otto Hahn realizara la primera fisión de uranio y cinco antes de Hiroshima—, descrita con poder visionario y con magistral conocimiento técnico, es el aspecto más sorprendente de esta novela suiza altamente polémica, y a la vez peligrosamente fascinante, de la época más oscura de la Segunda Guerra Mundial.
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