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  • Naturaleza y medioambiente

La patata sufre por las elevadas temperaturas y provoca una guerra del agua

08.12.2023 – Stéphane Herzog

Desde hace tres años, los cerca de 4 000 productores suizos de patata hacen frente a un descenso de sus cosechas. La patata, que necesita agua en verano, se ha visto gravemente afectada por los abrasadores meses de verano. De ahí que se agudicen las tensiones en torno al uso del preciado líquido.

En Suiza, la patata es un alimento sagrado, como lo demuestra la popularidad del rösti. Y ¿cómo imaginar un pícnic sin una bolsa de patatas fritas? Los agricultores suizos, sobre todo los de la Meseta Central, también aprecian este tubérculo: en condiciones favorables, la patata les ofrece rendimientos incomparables, a cambio de una inversión de 10 000 francos por hectárea.

“Dentro de cien años, la patata podría desaparecer.” Patrice de Werra, Agroscope

“La patata es campeona mundial en convertir la energía solar en calorías que pueden aprovecharse directamente”, afirma Patrice de Werra, experto en patatas de Agroscope, el centro de vanguardia del Gobierno suizo para la investigación agronómica.

Pero la patata tiene también otras características: necesita mucha agua, mucha más que el trigo o el maíz dulce, por ejemplo. El preciado líquido debe llegar en el momento adecuado: en verano, época del año en que la patata —la que se utiliza para hacer patatas fritas y chips— desarrolla sus tubérculos bajo tierra. Sin embargo, desde 2021 ha habido una ola de calor tras otra. Y la patata no crece por encima de los 30 grados Celsius. Por si fuera poco, las precipitaciones llegaron a destiempo, como ocurrió en verano de 2021, dificultando el proceso de plantación.

“El enemigo número uno de la patata son los extremos climáticos”, declara Niklaus Ramseyer, Secretario General de la Unión Suiza de Productores de Patatas (USPPT, por sus siglas en francés). En consecuencia, el rendimiento de este generoso tubérculo se ha visto mermado considerablemente, con pérdidas del 40 % en algunos casos. Para suplirlas fueron necesarias importaciones desde los países vecinos: más de 50 000 toneladas en 2021, año en que se registró el peor rendimiento desde comienzos de siglo, pues la producción apenas fue de 380 000 toneladas, frente a las 500 000 que suelen cosecharse en los años buenos. La acumulación de estas malas temporadas está afectando a la moral de los agricultores, hasta tal punto que algunos se plantean la posibilidad de renunciar a este cultivo.

Reiteradas sequías en un país con abundantes recursos hídricos

La cuestión del agua es central para este cultivo, incluso en un país como Suiza, considerado el arca de agua de Europa. “Es un gran problema”, reconoce Niklaus Ramseyer, de la USPPT. “Ahora se registran más lluvias en invierno y menos en verano. Cuando baja el nivel de un río, las autoridades prohíben el acceso a este recurso a aquellos agricultores que utilizan aguas superficiales”, señala. La USPPT promueve la implementación de sistemas de riego donde sea posible. Alrededor del 45 % de las explotaciones no disponen de estos equipos. Por razones relacionadas con la pendiente del terreno y la proximidad de los recursos hídricos, “solo una parte de estas podrá dotarse de tales sistemas”, puntualiza Patrice de Werra. Por su parte, Niklaus Ramseyer se empeña en encontrar soluciones novedosas. “Se podrían utilizar presas, por ejemplo, para retener el agua en invierno e irrigar más fácilmente en verano”, propone.

Los campesinos también podrían experimentar con especies más robustas y plantar variedades más tempraneras. En cualquier caso, los productores defienden a capa y espada el cultivo de la patata. “Queremos satisfacer la demanda, que es muy fuerte. Y nos oponemos a las importaciones. Lo más importante es que no se reduzca la superficie dedicada a la patata”, reitera Niklaus Ramseyer, quien nos recuerda que Suiza posee tierras fértiles y registra una pluviosidad suficiente para este tipo de cultivo.

“La patata es campeona mundial en convertir la energía solar en calorías.”

Patrice de Werra

Agroscope

Un país que no cuantifica sus recursos hídricos

“Siempre tendremos agua suficiente en Suiza, aunque no necesariamente en el lugar adecuado y en el momento oportuno”, afirma Bettina Schaefli, Profesora de Hidrología en la Universidad de Berna. Estas sequías estivales son un fenómeno reciente en nuestro país donde, hace apenas unas décadas, era bastante inusual regar las patatas.

Según esta científica, deberá prestarse atención a la distribución del agua en las distintas regiones, dando prioridad a la agricultura, ya que es la que nos alimenta. Un reparto equitativo del agua entre la agricultura, la industria y los hogares debe basarse en cifras.

Sin embargo, Suiza no cuantifica sus recursos hídricos. “Los agricultores están obligados a suministrar datos estadísticos sobre todo lo que hacen, excepto sobre el uso del agua”, lamenta Bettina Schaefli, quien se apresura en agregar que los campesinos no malgastan este recurso, cuyo uso cuesta dinero.

¿Permitirán las presas salvaguardar el cultivo de la patata? La hidróloga cree que se trata de dos cuestiones distintas por el hecho de ser dos actividades alejadas entre sí. “La lluvia y la nieve son el factor principal”, asevera. En cualquier caso, la patata suiza se enfrenta a un futuro incierto. La duración e intensidad de las olas de calor, la disminución de la pluviosidad en verano y la evaporación reducirán el caudal de agua disponible durante los períodos cruciales. “El reto afecta a todos los cultivos hortícolas, que necesitan aún más agua que la patata. Por lo que se refiere a la patata, si el desajuste climático se agrava, esta podría convertirse en un producto de lujo dentro de setenta años. Y dentro de cien años podría desaparecer”, pronostica Patrice de Werra. Los agricultores suizos optarán por cultivos que requieran menos agua, como el maíz dulce o las lentejas. “Pueden adaptarse, mientras que países como Rusia, por ejemplo, ganarán tierras cultivables”, concluye el agrónomo.

Patata y calendario

Las patatas tempranas suelen plantarse en febrero. Las que se destinan a la elaboración de patatas fritas se plantan entre marzo y mayo. La primera cosecha tiene lugar en junio y la segunda, en septiembre. Entonces, las patatas se almacenan hasta la primavera siguiente. Resulta que en 2023, ciertos productores se vieron obligados a plantar tarde —hacia principios de junio— debido a que sus terrenos estaban demasiado húmedos. Esto afectó al desarrollo radicular. Luego, el mes de junio fue seco y caluroso. Sin embargo, en ese momento las patatas no estaban lo suficientemente desarrolladas para hacer frente a tales variaciones climáticas. Agosto también fue muy caluroso.

La Unión Suiza de Productores de Patatas (USPPT) pronostica una mala cosecha: habrá que recurrir de nuevo a las importaciones. Cabe señalar que las pequeñas patatas que tan bien combinan con la raclette, se importan cada invierno del sur, especialmente de Egipto.

(SH)

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