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  • Literatura

La naturaleza nórdica, fuente de inagotable enriquecimiento

25.11.2020 – Charles Linsmayer

A sus 62 años Hans Ulrich Schwaar se enamoró de Finlandia, una pasión que lo acompañó hasta el final de su vida.

Fue en su dialecto del Oberemmental que Hans Ulrich Schwaar, maestro de primaria, amante del atletismo y de las carreras de orientación, nacido en 1920 en Sumiswald, publicó obras como “Ghoblets u Unghoblets” [“Cepillado y sin cepillar”] y “Gryymts u Ùngryymts” [“Con rima y sin ella”]. A partir de 1977 tradujo al dialecto bernés las obras de Charles-Ferdinand Ramuz, que acabaron ocupando seis tomos. A esta espectacular labor le siguió en 1988 la publicación de “Di sibe Brüeder”, versión en alemán bernés del clásico finlandés “Los siete hermanos”, de Aleksis Kivi. Al decir de los expertos, se trata de la única traducción realmente completa y la que más se ciñe al original.

Enamorado de Finlandia

Y existe un buen motivo para ello. En 1982, Hans Ulrich Schwaar, a la sazón maestro de escuela en Langnau im Emmental, decidió prejubilarse para “prácticamente huir” de Suiza y marcharse a Finlandia: desde su llegada a este país fue amor a primera vista. Fascinado hasta la embriaguez por la naturaleza nórdica, Schwaar la describe en “Erlebtes Finnland” [“Mis vivencias en Finlandia”], de 1983: “La fuerza abrumadora de sus ambientes habla a nuestra alma, nos remueve en lo más profundo y nos enriquece con recuerdos imperecederos”. Schwaar quedó especialmente fascinado ante el pueblo indígena de los samis, de Laponia, cuyas leyendas y mitos recopiló y con el que convivió como amigo y colaborador del criador de renos lisakki-Matias Syväjärvi.

Una obra dedicada a ambos mundos

Durante la última cuarta parte de su larga vida, Schwaar —quien moriría a los 94 años en su patria adoptiva de Äkäslompolo, en la Laponia finlandesa— pasó la mayor parte del tiempo en el extremo norte, a pesar de haber quedado casi ciego y no poder orientarse sin ayuda. Pero el Emmental siempre siguió vivo en él y los últimos títulos de su obra, que consta de un total de 39 tomos, está consagrados a ambos mundos: describió su Laponia finlandesa en volúmenes como “Herbst in Lappland” [“Otoño en Laponia”], “Tundra, Sumpf und Birkenduft” [“Tundra, pantano y perfume de abedul”], “Am Rande der Arktis” [“A orillas del Ártico”], “Näkkälä, jeden Tag” [”Näkkälä a diario”], “Geheimnisvoller Norden” [“El misterioso norte”], “Die Samen und wir” [“Los samis y nosotros”] y “Näkkäla. Ein letztes Lied” [“Näkkäla. Una última canción”]. A su patria bernesa le dedicó obras como “Gfröits u Ùngfröits” [“Buenas y malas noticias”], “Churzwaare” [“Abalorios”], “Rychs Bärndütsch” [“La riqueza del alemán bernés”], “Läbigs Bärndütsch” [“El alemán bernés vivo”] y “Farbigs Bärndütsch” [“El colorido alemán bernés”]. Por su parte, la monografía “René Auberjonois”, publicada en 1996, revela una faceta sorprendente de su autor: Schwaar, quien descubrió el arte a través de los artistas que ilustraron a Charles-Ferdinand Ramuz, fue desde 1947 un coleccionista de arte casi profesional y dejó una colección de 2 500 obras que están actualmente en poder del municipio de Langnau. Pero Schwaar fue también defensor de su dialecto hasta una edad muy avanzada. En 2008, a sus 88 años, convocó una recogida de firmas para exigir —en vano, a pesar de contar con más de 13 000— la reintroducción del dialecto en las materias de Manualidades y Gimnasia, además de una asignatura independiente: “Dialecto”. En 2005, cuando Langnau nombró a Schwaar Hijo Predilecto del Municipio, el alcalde declaró: “Siempre hay personas que sobresalen en un ámbito durante cierto tiempo. Pero rara vez aparece alguien tan entregado a tantos ámbitos y con semejante ahínco como Hans Ulrich Schwaar y, además, manteniéndose casi siempre alejado de los reflectores”.

Charles Linsmayer es filólogo especializado en literatura y periodista en Zúrich.

“Una profunda observación de la naturaleza puede revelarnos el milagro divino que encierra. Este milagro se esconde también en el alma humana. Por eso, cultivar una profunda empatía por nuestros semejantes puede regocijarnos tanto como admirar una flor: en ambos casos estamos ante lo divino”. 

Hans Ulrich Schwaar, de “Intimitäten” (“Intimidades”), Langnau 2007,
disponible en: ruth.wullschleger@dorfberg.ch

 

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