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  • Literatura

Karl Friedrich Kurz | Geisha

20.03.2019 – Charles Linsmayer

Karl Friedrich Kurz fue durante un tiempo redactor del “Bund” y como narrador abrió a sus compatriotas las puertas de otras culturas y de fascinantes mundos lejanos.

Al joven que durante un tiempo vivió con ella en Yokohama en los años 1906/07, Kohana, la “pequeña mariposa”, le parecía tan atractiva como extraña. Como también lo haría 60 años más tarde Yoko con el suizo Buser en la obra de Adolf Muschg “Sommer des Hasen”, la geisha, con su tímida ternura, instruye al europeo en la mentalidad, los usos y las costumbres japonesas mejor de lo que podría hacer cualquier vivencia turística. Kohana es un personaje del libro “Vom Nil zum Fujiyama”, que Huber publicó en 1910 en Frauenfeld. Su autor es Karl Friedrich Kurz, nacido en 1878 y criado en Basilea. Hijo de un fabricante alemán de betún se dedicó, al igual que su hermano Hermann (1880–1933), tras su paso por la Academia de Arte de Karlsruhe, a escribir novelas inspiradas en sus viajes alrededor del mundo. Japón también es el escenario de “Doktor Siegels Ostasienfahrt” (1911) y de “Sayonara” (1937). Kurz fue redactor en el diario bernés Bund de 1916 a 1922, y ese periodo que pasó en Berna le sirvió de inspiración para tres de sus libros que se desarrollan en Suiza: “Die Krummbacher und der Katzengusti“ (1913), “Zwischen Aare und Rhone“ (1920) y “Der Mooshof“ (1922). Sin embargo, ya en 1914 dos de sus obras, “Der Held von Björnnäs” y “Mitternachtssonne und Nordlicht”, tenían como escenario Noruega, donde vivió desde 1924 hasta su muerte, en el año 1962. Junto con sus contemporáneos Hermann Hiltbrunner y Hugo Marti, Kurz se convirtió en uno de esos suizos para quienes Noruega, con sus fiordos y sus bosques, fue una inagotable fuente de inspiración.

Amor, dinero y traición

En la novela “Die goldene Woge”, de 1927, describe las funestas consecuencias que tuvieron después de 1914 los frutos de la guerra para este país neutral. En “Das Königreich Mjelvik”, de 1930, la urbanita Oline suscita desconcierto y diversión entre los jóvenes de Mjelvik, un pueblo de pescadores. “Tyra, die Märcheninsel” es una novela de campesinos y pescadores llena de vida, con muchos personajes originales, que fue galardonada en 1934 con el premio Wilhelm Raabe, mientras que “Herrn Erlings Magd”, de 1936, relata la relación amorosa secreta entre un campesino y su criada, quien al final le regala a su primogénito.

Es evidente que este suizo de Nordland, que con frecuencia ilustraba él mismo sus libros, debe mucho a Knut Hamsun. Sólo que a pesar de toda la plasticidad que impregna la descripción de los paisajes, toda la delicadeza psicológica de los personajes y todo su humor, Kurz carece de esa dimensión profundamente pesimista que evoca el escritor noruego, por ejemplo en su novela “Hambre”. Aunque el derrumbe de la civilización o el surgimiento de la especulación y la codicia pongan en peligro la paz de los más remotos pueblos y granjas, el orden vuelve a reinar y al final prevalece el optimismo del poeta para quien, como él mismo lo dice en “Die goldene Woge”, “hay algo en el ser humano que no puede ser destruido por la marea, ni siquiera por el pantano y sus fiebres: algo inmenso y eterno, que lo coloca como un rey por encima de todo”. No hay un personaje que ilustre mejor esa afirmación que el de Monrad, el silencioso mozo de labranza en “Tyra, die Märcheninsel”, que de repente se pone a cantar y tintinear y que un día se construye un violín para llenar de sonidos la soledad de su corazón. En la actualidad, los libros de Karl Friedrich Kurz sólo se encuentran de segunda mano. Y eso a pesar de que Kurz acercó a sus compatriotas a Japón y a su patria de elección, Noruega, a través de textos cautivadores que hasta la fecha merecen leerse.

Charles Linsmayer es especialista en literatura y periodista en Zúrich

“Quizá fue a través de los libros como me enteré un poco antes de que hay algo más aparte del trabajo y el dinero”, dijo Johannes. “Llevamos una vida de mulas, que día tras día reciben latigazos para que avancen. Tirar, siempre tirar, tirar con todas tus fuerzas, con obstinación, siempre de la misma manera, sin descanso... No huyo del trabajo; pero el exceso de trabajo convierte al ser humano en animal de carga”.

Bibliografía: K.F.Kurz, “Die Fischer am Fjord”. Schweizer Druck- und Verlagshaus, 1941. Disponible como libro electrónico.

 

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