
¡Revise su cambio!

Conmoción y consternación

El pintor está listo, pero ¿dónde está la vaca?

Escarpados acantilados

Nevadas de hogaño y antaño

Democracia directa

La experiencia del Jura



La próxima vez que visite Suiza, procure comprar su billete de tranvía en efectivo, aunque solo sea por el cambio que le devuelve la máquina. Y fíjese bien en las monedas de 10 y 20 céntimos. Es muy posible que encuentre monedas de entre veinte y ochenta años de antigüedad. En mi caso personal, mi mejor “trofeo” es una moneda de veinte céntimos del año 1921.
El cambio en efectivo es una muestra de la enorme estabilidad de la moneda helvética: su diseño ha permanecido inalterado desde 1881, excepto el año de acuñación, por supuesto. Si pasamos de los céntimos a los francos, el “cambio” adquiere una nueva dimensión: supongamos que viaja con poco equipaje y lleva consigo, digamos, un millón en efectivo. En este caso, el billete suizo de mil francos sería la opción ideal: un millón de francos pesaría poco más de un kilo y no ocuparía mucho espacio. En cambio, quien prefiera llevar un millón de francos en oro, deberá cargar con un peso diez veces superior.
Por supuesto, estamos especulando, ya que el oro normalmente se queda en la caja fuerte, al igual que los ligeros billetes de mil francos. Además, lo cierto es que en Suiza cada vez se paga menos en efectivo. Esto no impide que nuestra moneda goce de gran prestigio: el franco es todo un símbolo, e incluso quienes nunca lo necesitan suelen defenderlo con pasión. Esto nos lleva al tema central de nuestro dosier: el amor que Suiza profesa al dinero en efectivo... y la paradoja que observamos en el manejo cotidiano del numerario.

Hablando de rutina diaria, esta va a sufrir algunos cambios en Panorama Suizo. Nuestro diseñador gráfico y maquetista Joseph Haas, cuyo estilo ha modelado la imagen de la revista durante una década, se retira. Queremos aprovechar esta ocasión para agradecerle sinceramente su dedicación y colaboración a la hora de presentar visualmente nuestros artículos.
Por cierto, a mí también me toca despedirme: este número es el último del que soy responsable como redactor jefe. Compartir este recorrido con ustedes, queridos lectores y lectoras, ha sido enriquecedor y maravilloso: ha sido toda una experiencia, que atesoro con cariño y gratitud. Doy las gracias a todos aquellos y aquellas que, a lo largo de estos años, han alentado a la redacción con sus comentarios favorables, o la han desafiado con sus críticas sinceras: ambas cosas han sido muy positivas.
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