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  • Sociedad

Ginebra reubica a sus alumnos fronterizos en Francia

03.10.2025 – Stéphane Herzog

En junio de 2025, el Gobierno de Ginebra anunció que unos 2 500 hijos de trabajadores fronterizos que hasta ahora iban a la escuela en Suiza pronto tendrán que asistir a clases en Francia. Este anuncio pone fin a una situación única en Suiza. Los municipios franceses vecinos protestan contra esta decisión, que se ha tomado sin consultarlos.

Numerosas familias que viven en Ginebra deciden instalarse en Francia, donde es más fácil acceder a una vivienda. A muchas de ellas no les ha gustado la noticia: en junio, el Consejo de Estado anunció el fin de una situación única en Suiza, una excepción que permitía que los hijos de los trabajadores fronterizos asistieran a la escuela pública en Suiza. Esta derogación, que se viene preparando desde 2018, entrará plenamente en vigor al comienzo del curso escolar 2026. Esto implicará que 2 500 escolares de primaria y secundaria deban cambiarse a centros de enseñanza franceses. “Este principio permite establecer la igualdad de trato con los alumnos residentes en el cantón, donde cada uno se escolariza en su municipio, lo que redunda en beneficio de los vínculos sociales de los alumnos con su barrio”, explica Constance Chaix, portavoz del Departamento de Educación Pública, Formación y Juventud (DIP). En este cantón, las escuelas están saturadas, por lo que esta operación permite liberar recursos. Los aproximadamente 2 500 hijos de trabajadores fronterizos que ya no tendrán que escolarizarse progresivamente de aquí a 2029 corresponden a algo más de doscientos puestos de trabajo, lo que supone un ahorro de algo más de 27 millones de francos en cuatro años, reconoce el DIP. Este proceso se inscribe en el marco de “un sistema en el que la planificación ha sido deficiente”, señala David Rey, Presidente del Sindicato de Profesores de la Suiza Francófona.

La noticia conmocionó a las autoridades francesas del Gran Ginebra, una agrupación de colectividades públicas tanto francesas como valdenses y ginebrinas, cuya misión es aportar soluciones comunes a una aglomeración que cuenta con un millón de habitantes. “Una decisión local no puede desequilibrar la posición de uno o varios socios dentro del Gran Ginebra. Esta situación es inaceptable. Hemos podido sustentar nuestra postura ante el Consejo de Estado”, comentó en La Tribune de Genève el alcalde de Annemasse, Christian Dupessey, que también preside “Pôle métropolitain”, una agrupación de municipios franceses de toda la región. “Es alucinante que este representante electo se haya enterado de la noticia por la prensa, cuando las autoridades del Gran Ginebra se reúnen al menos una vez a la semana”, exclama Jérôme Strobel, Presidente de la sección transfronteriza del partido ecologista ginebrino, que también es residente fronterizo y cuyos dos hijos estudian en Francia. Por su parte, el cantón confirma que no mantuvo conversaciones con las autoridades francesas antes de aplicar esta medida. “De todos modos, habrá debates”, añade la portavoz, quien subraya que los alumnos de fuera del cantón que ya estén escolarizados en Ginebra podrán continuar sus estudios hasta el final del ciclo educativo en curso: por ejemplo, entre primero y cuarto de primaria, o entre noveno y undécimo de secundaria (ciclo de orientación).

Para Jérôme Strobel, asistente científico en la Universidad de Ginebra, esta decisión política es la expresión del menosprecio de Ginebra por su área suburbana en territorio francés. “Se trata de un proyecto mezquino, muy provincialista. Las autoridades ginebrinas carecen de una visión global sobre el trabajo, la formación y el reparto de la riqueza”. Para este ecologista, Ginebra trata a la vecina Francia como una variable que se puede ajustar a voluntad. “La imagen que hay detrás de esta decisión es que los trabajadores fronterizos se aprovechan de Suiza, cuando en realidad ocurre lo contrario, salvo por el tráfico pendular que invade Ginebra”, opina el ecologista. La economía ginebrina, que tiene una gran necesidad de mano de obra, depende de unos 115 000 trabajadores fronterizos, a los que se suma un número desconocido de suizos registrados en Francia con una “residencia secundaria”. Todas estas personas representan un tercio de la población activa de Ginebra. Estos trabajadores llegan a Suiza con una buena formación. Ginebra delegaría así parte de sus tareas a Francia, una crítica que se aplica igualmente a la construcción de viviendas.

Para los trabajadores fronterizos suizos y extranjeros cuyos hijos asisten a la escuela en Suiza, la noticia anunciada en junio fue una auténtica ducha fría, ya que el sistema escolar francés se encuentra en graves dificultades: hay escasez de profesores y se cancelan clases. Un profesor que empieza a trabajar en una escuela francesa gana unos 2 000 euros al mes, mientras que un empleado de un supermercado suizo gana el doble. Por eso, los municipios galos de la periferia de Ginebra se encuentran entre los menos igualitarios de Francia, en una región en la que los precios están inflados por los salarios de la población fronteriza o donde encontrar alojamientos para los funcionarios es un quebradero de cabeza. “Esta noticia es la enésima ruptura de confianza en las relaciones fronterizas franco-suizas”, comenta Florent Benoît, alcalde que preside un gobierno municipal formado por varios partidos de derecha en el municipio de Vulbens, situado a solo un tiro de piedra de Ginebra, y quien, además, lidera la Mancomunidad de municipios fronterizos del área suburbana francesa de Ginebra.

Lo cierto es que ninguna otra región fronteriza de Suiza aplica el sistema actualmente puesto en entredicho por el Consejo de Estado. En el Tesino, los alumnos domiciliados fuera del cantón solo pueden asistir a una escuela local en casos excepcionales. Cada solicitud está sujeta al pago de una tasa que puede oscilar entre los 8 250 francos para la escuela secundaria y los 16 500 francos para las escuelas secundarias superiores. En Basilea, solo once niños de Francia o Alemania asistieron a preescolar, primaria o secundaria en 2024 y 2025, informa el servicio de comunicación del Departamento de Educación del Cantón de Basilea-Ciudad. Estas familias pagan un precio elevado, que ronda los 15 000 francos al año. Y en el Jura, “los residentes fronterizos que desean escolarizar a sus hijos en este cantón pueden optar por una escuela privada”, indica Anne-Lise Nagel, del Servicio Escolar.

Estos ejemplos ilustran el carácter excepcional del caso ginebrino, el cual se justifica por el papel preponderante que desempeña la población fronteriza en esta región. “Francia está a cinco kilómetros de distancia en línea recta de la ciudad de Ginebra, a la que rodea por completo”, recuerda Jérôme Strobel, quien dice no cuestionar la decisión de fondo, sino más bien la manera en la que se ha tomado, pues la considera descarada y contraria a los intereses a largo plazo de la conurbación. Estos argumentos han sido desestimados por otro ecologista, el Consejero de Estado Antonio Hodgers, quien en la prensa hizo una comparación entre los franceses y los habitantes del cantón de Vaud: “Los valdenses no tienen derecho a escolarizar a sus hijos en Ginebra, por más que trabajen allí”, argumentó Hodgers.

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    Daniel Enselme, France 04.11.2025 At 21:13

    Ce que l’article omet de préciser est qu’à Genève les frontaliers sont prélevés à la source par le canton de Genève. Donc la scolarité est déjà payée si un enfant de frontalier est scolarisé dans le canton. Ce qui n’est pas le cas à Bâle où les frontaliers payent leurs impôts en France (et ensuite il y a probablement une compensation au canton). Donc il est normal qu’un frontalier près de Bâle paye pour inscrire son enfant à l’école, tout comme il va être normal que le canton de Genève diminue les impôts à la source des frontaliers qui n’auront désormais plus à participer à cet effort scolaire. Petit point ironique dans les commentaires de la DIP de Genève, les classes sont soit disant surchargées, mais quand même le départ des enfants de frontaliers permettront de virer des profs plutôt qu’avoir des classes moins chargées! Drôle, non?

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