O su historia es reinterpretada, como en la obra de teatro Tell que se representa anualmente en Interlaken (Entrelagos) o en la novela Tell, publicada por Joachim B. Schmidt en marzo de 2022. Guillermo Tell fue omnipresente también en el pasado, como muestra la actual exposición en el Foro Histórico Estatal de Schwyz: adorna fundas de cuchillos y panfletos, postales y cuadros. Incluso la (presunta) ballesta de Tell puede verse en la exposición.
Algunas de las exposiciones tratan también de otras leyendas, como las de Toggeli, el fantasma nocturno de la Suiza central, o la piedra del dragón de Lucerna en el monte Pilatus. En la exposición es posible escuchar leyendas contadas en los cuatro idiomas oficiales de Suiza. "En el pasado no existía Google, así que la gente intentaba explicar los sucesos misteriosos de otras maneras", dice Schmidig Römer.
Por ello, las leyendas no solamente tienen un significado histórico, sino que a menudo cumplen una función educativa o religiosa: por ejemplo, ‘La araña negra’, de Jeremias Gotthelf, es un relato sobre las ideas humanistas cristianas del bien y el mal, los modales, la moral y el temor a Dios.
Función política
Pero no se trata solamente de leyendas: los cambios en la tierra, la historia y la forma política fueron también una parte importante de la formación de Suiza y de su identidad nacional, por ejemplo, de las leyendas alpinas a un Estado formado espontáneamente que se autoidentificaba como una nación agraria; la formación de valores como la democracia directa, la neutralidad armada y las tradiciones humanitarias apuntan a ello.
El Bundesbrief (Pacto Federal) de 1291 también desempeñó un papel importante. Durante 500 años, este documento había caído en el olvido hasta que el Consejo Federal lo proclamó oficialmente como documento fundacional de Suiza, con motivo de la organización de la celebración del jubileo del 600 aniversario de la Confederación en 1891, que fue también la primera celebración del 1 de agosto.
"Para un país que no está precisamente unido por una frontera territorial o lingüística, ni por una denominación o una cultura común, es necesario que haya algún elemento de conexión. Por eso se buscaron raíces comunes en la historia", señala Annina Michel, directora del Museo Bundesbrief. En las décadas siguientes, el Pacto Federal fue elevado a la categoría de santuario nacional y pasó a representar una Suiza fundada en la independencia y la libertad, así como la primera "Constitución Federal".
Especialmente en el contexto de la llamada "defensa nacional espiritual" durante la Segunda Guerra Mundial, estos símbolos tuvieron también una fuerte función política: en tiempos de amenaza externa, el pueblo suizo se volcó en la unidad interna. Así, en 1936, se creó el Museo Bundesbrief de Suiza, que todavía existe hoy, a pocos minutos de distancia del Foro de Historia Suiza de Schwyz. Allí, el Pacto Federal fue colocado en el "altar de la patria".
Cualquier cosa menos inútil
Sin embargo, en la década de 1970, las investigaciones demostraron que el Pacto Federal no era en absoluto un documento fundacional, sino una simple alianza de paz territorial entre los valles de Uri, Schwyz y Nidwalden. En los años setenta y ochenta, Guillermo Tell y el Juramento de Rütli también fueron calificados de conservadores y antiprogresistas y terminaron por considerarse cuentos infundados.
No obstante, Annina Michel cree que hubo un renacimiento de esas leyendas: "Hoy en día, el discurso académico ya no cuestiona el efecto constructor de Estado de los mitos, especialmente en el siglo XIX. Aunque los mitos no puedan probarse históricamente -el juramento de Rütli, por ejemplo, nunca tuvo lugar-, eso no significa que carezcan de valor".
Se admite que esas leyendas tuvieron un papel importante en el desarrollo de la identidad nacional. "Hoy ya no se les glorifica, pero se les reconoce su logro", observa Michel. Para explicar el impacto y la importancia de estos mitos, el Museo Bundesbrief sigue existiendo hoy en día, aunque el Pacto Federal ya no esté en un altar sino en una simple vitrina.
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