Representó a Suiza, país anfitrión de esta edición del Festival de Eurovisión: fue en Basilea donde se celebró, el pasado mes de mayo, el mayor certamen musical del mundo, tras la victoria de Nemo del año pasado, que devolvió el premio a Suiza después de 37 años. Zoë Më, de 25 años, cantó con aplomo ante 170 millones de telespectadores, prescindiendo deliberadamente de cualquier artificio escénico. La sobria escenificación de su poética balada Voyage se centró casi exclusivamente en la magia de su seductora voz. Zoë Më cantó en francés, invitando al público a unirse con ella en un “viaje emocional por más humanidad”.
La autenticidad de su actuación conquistó al jurado, aunque no impresionó mayormente al público, amante de lo espectacular. Suiza quedó en décimo lugar entre los 26 finalistas. Por su canción Voyage, Zoë Më recibió el premio a la mejor composición de todas las naciones participantes. Por cierto, también hay un poco de Suiza en la canción austriaca que ganó el festival de este año: el productor de Wasted Love, del cantante de ópera JJ, es el zuriqués Pele Loriano, que ayudó a Nemo a ganar con The Code en 2024.
Para Zoë Më (cuyo verdadero nombre es Zoë Kressler) continúa el periplo musical que emprendió de niña: a los diez años escribió sus primeras canciones, por aquel entonces todavía en alemán. Nacida en Basilea, Zoë creció inicialmente en Alemania antes de que su familia se instalara en el cantón bilingüe de Friburgo, en 2009. Fue allí donde descubrió su amor por la lengua francesa, y desde entonces no ha dejado de tender puentes por encima de las barreras lingüísticas y culturales (www.revue.link/zoe).
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