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Una historia de minorías

27.08.2014 – Jean Richard

Nacido hace seis decenios en Lesoto, hijo de misioneros reformados originarios de la Suiza francesa, trabajo actualmente como editor en Ginebra, donde llegué en calidad de suizo del extranjero en 1975. Y si bien el aprendizaje obligatorio del afrikáans en la escuela de Bloemfontein me familiarizó con la estructura gramatical de las lenguas germánicas, desconozco el alemán. Cabe entonces preguntarse por qué fui a visitar la Feria del Libro de Leipzig.

Desde hace diez años trabajo en una editorial que publica obras de autores suizos alemanes en francés y tiene contactos con editores alemanes, austriacos y suizos. Gracias a su dimensión cultural, Leipzig es, en cierto modo, un lugar ineludible, no sólo para los contactos profesionales, sino asimismo por los vínculos que se pueden establecer con los autores durante las lecturas y los debates públicos o en encuentros informales. Pocas ferias de estas dimensiones ofrecen tantas manifestaciones donde el autor y su creación literaria son prioritarias.El jueves 13 de marzo, Leo Tuor, autor de la región de Surselva, en los Grisones, y su traductor alemán, de origen sursilvano, Claudio Spescha, están rodeados por un grupo de jóvenes estudiantes de bachillerato de lengua materna soraba, que han recorrido 200 km desde la región de Lusacia, en la Alta Sajonia, para asistir a la Feria del Libro de Leipzig. A mí me sorprende este encuentro de ambiente familiar. Leo Tuor y Claudio Spescha me explican (¡en italiano y francés!) que fueron recibidos en una clase del instituto de bachillerato sorbio de Bautzen unos días antes para hablar del último ensayo de Tuor publicado en alemán, “Cavrein” (Editorial Limmat). Este programa de intercambios con estudiantes de bachillerato ha generado un encuentro entre dos minorías que estudian y escriben en sus respectivas lenguas: el sorbio – lengua de origen eslavo hablada por una comunidad de 60.000 personas instalada en Sajonia desde el siglo VI – y la sursilvana – una de las cinco variantes del retorrománico, hablada en los Grisones por 15.000 personas. Un acto cultural así es un testimonio de la diversidad lingüística y de la bibliodiversidad, las minorías son auténticos crisoles de la creación literaria.La Feria del Libro de Leipzig presta mucha atención al trabajo de los traductores y les brinda la oportunidad de encontrarse. Camille Luscher, joven traductora de Arno Camenisch (“Sez Ner” y “Derrière la gare”, editorial “éditions d’en bas”), me presenta a colegas y juntos evocamos las prácticas y las dificultades de la traducción, sobre todo cuando se trata de traducir al francés una obra literaria «hablada», escrita en una lengua poco codificada como el bärndütsch, el alemán dialectal de Berna: la novela de Pedro Lenz, “Der Goalie bin ig”, recientemente publicada en francés en nuestra editorial (“Faut quitter Schummertal!”) es un ejemplo eminente. Cuando Daniel Rothenbühler y Nathalie Kehrli traducen a Pedro Lenz, tratan de elaborar una construcción literaria que da a entender un francés «hablado». En Leipzig, autores del grupo  «Bern ist überall» escenificaron sus textos. El mundo francófono apenas conoce estos júbilos lingüísticos y se beneficiaría enormemente de una visita a la Feria del Libro de Leipzig.

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