Desde mediados de abril dirijo la oficina de la Organización de los Suizos en el Extranjero (OSE), ubicada en el hermoso barrio de Kirchenfeld, en Berna, a corta distancia de las embajadas de Sudáfrica, Israel y Bélgica: un entorno estimulante para desempeñar una labor que requiere una sensibilidad capaz de afrontar los problemas mundiales.
La historia centenaria de la Organización de los Suizos en el Extranjero me inspira respeto. La tradición posee gran valor, pero también puede obstaculizar el progreso. La Suiza de hoy ya no es la que era hace cien años, y lo mismo puede decirse de la Quinta Suiza.
Tras estudiar en la EPF de Zúrich y la Universidad de Friburgo, y pasar un año en Davis (California), opté por una carrera en organizaciones sin ánimo de lucro. Davis era una ciudad universitaria de ensueño, con estupendos carriles bici y un apacible casco urbano que me recordaba a las ciudades suizas.
Sin embargo, a los pocos días mi idilio californiano se hizo añicos cuando, el 11 de septiembre de 2001, tres aviones de pasajeros secuestrados por terroristas derribaron las torres gemelas en Nueva York e impactaron el Pentágono en la capital estadounidense. Estos sucesos me marcaron profundamente. De repente, me di cuenta de lo vulnerables que son incluso las naciones poderosas; de que el mundo, como dijo entonces un político americano, es “un lugar peligroso”; y de lo importante y beneficiosa que es la cohesión nacional.
Entre las cualidades que distinguen a numerosos suizos, me vienen a la mente la capacidad de adaptación y de empatía, la modestia y el afán de equilibrio. Nuestro Estado, construido de abajo arriba, fomenta la responsabilidad personal. La famosa frase de John F. Kennedy, “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”, concuerda plenamente con nuestra concepción cívica del Estado.
Esta actitud se contrapone a un enfoque egocéntrico y materialista de la vida, que descuida lo comunitario y lo sobrenatural. La solidaridad como sentimiento de unión no es privativa de ningún partido político. Nos une más allá de nuestros orígenes y nuestros clanes; es la clave de la tolerancia y la generosidad y nos permite crecer más allá de nosotros mismos.
Ante los retos actuales, como las medidas de recorte de gastos del Gobierno federal o las nuevas oportunidades que ofrece la digitalización, me complace dirigir la OSE y trabajar junto con mi equipo a fin de garantizar que esta gran organización siga cumpliendo su misión: crear vínculos entre los suizos residentes en el extranjero, así como entre ellos y Suiza.
¿Tiene alguna sugerencia, idea o petición? Coméntelo en línea o escríbame a weber@swisscommunity.org. Estaré encantado de recibir noticias suyas.
Lukas Weber, director de la OSE
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