Escuchar música rap equivale a sintonizar la voz de los jóvenes de un país. Así lo pudimos comprobar con el debut del rapero ginebrino Mairo: “LA FIEV”. Este título se inspira en Fièvre à Colombus University, versión francesa de una película estadounidense de 1995 protagonizada por estudiantes blancos y negros que se enfrentan a problemas de dinero, seguridad y sexualidad. Para Mairo, el término “fiev” es sinónimo de conciencia.
Mario nació con el nombre de Romai Tesfaldet en la ciudad de Neuchâtel, el 5 de julio de 1995. Su padre, originario de Eritrea, había llegado a Suiza como refugiado, antes de encontrar empleo como trabajador social. Más tarde llegó a ser propietario de un pequeño restaurante en Ginebra, donde conoció a su mujer, una educadora de enseñanza preescolar, también eritrea.
Hace unos meses, el rapero estrenó su primer disco en el mesón de papá, el Meskerem. “La gente formaba una fila de al menos 200 metros”, recuerda el padre, emocionado. Su vástago tentaba el micrófono siendo aún adolescente, antes de comenzar una formación en ingeniería de sonido.
La producción de Mairo cautiva al público y recibe críticas elogiosas de la prensa. “Mairo trabaja, principalmente, en un estudio que se montó él mismo. Esto le permite crear a su antojo”, señala la revista del sitio web www.hytrape.com. El rapero, establecido en Ginebra y París, forma un tándem artístico con su “hermano” Hopital, quien se ocupa de confeccionar los sonidos, los ritmos y las mezclas musicales, además de ser el productor de su álbum. En sus textos, Mairo parte de un detalle para abordar una cuestión social. “Le llevaré los fajos atados como un ramo de flores”, recita, preocupado por las intenciones de la gente del mundo del espectáculo. “Quieren que seas su gallina de los huevos de oro”, dice.
El artista, que lanzó su carrera como rapero del colectivo ginebrino SuperWak Clique, no vacila a la hora de mostrar sus heridas más personales. “Jamás hubiese pensado que los padres pudiesen vivir separados, incluso odiarse a muerte”, canta en Paramount. “Abrázame, mamá”, pide Mairo a su madre, que duerme en el sofá del salón. El ritmo es rápido y la elocución, perfecta. La letra contiene claves y elipsis. Poco importa, pues prima el sonido de las palabras. En una composición resuena una canción popular eritrea de los años sesenta.
Y en otra pieza crepita radio Londres sobre un fondo de rap. “Cuando te dan la palabra, ya no puedes quedarte callado”, advierte el artista en Antidote ou venin [“Antídoto o veneno”], una de las trece canciones de esta obra de rap suiza.
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