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  • Cultura

“Ahora ya no doy saltos”

29.01.2016 – Marko Lehtinen

Es el payaso más famoso de Suiza. Y parece indestructible: a sus ochenta años Dimitri sigue subiendo noche tras noche al escenario. En una entrevista realizada en ocasión de su 80 cumpleaños, este tesinés de adopción evoca la dinámica de su familia, un encuentro con Charlie Chaplin y dice lo que opina de la moderna “comedia”.

“Panorama Suizo”: Dimitri, en otoño celebró usted su 80 cumpleaños. ¿Qué tal está?

Dimitri: Estupendamente, gracias. 

Pese a su avanzada edad sigue usted actuando. Se mueve, salta, baila en el escenario. ¿Cómo lo consigue?

Por una parte ensayo cada día hasta dos horas. Ensayo mis números: por ejemplo, juegos malabares o el pino. También me pongo boca abajo regularmente, lo que además es bueno para activar la circulación sanguínea del cerebro. Así que me mantengo en buena condición física. Por otra parte, sigo actuando unas 150 veces al año. Son muchísimas actuaciones, eso me mantiene en forma. Y por último tengo sencillamente la gran suerte de estar todavía sano y tener éxito.

¿El éxito lo mantiene en forma?

En cierto modo, sí. El éxito es muy bonito, pero también me obliga a mantenerme en perfecta condición física.

Actualmente está usted de gira con su programa en solitario «­Highlights­». ¿Aún contiene este programa todos los viejos números?

Sí, la mayoría. Algunos tienen entretanto cincuenta años. Pero ya no hago algunos especialmente acrobáticos, por ejemplo los saltos mortales.

No sólo actúa usted como artista en solitario, sino también con el programa familiar «DimiTRIgenerations» – junto con sus dos hijas, Nina y Masha, su nieto Samuel y una compañera de escenario de Nina. ¿Puede ocultar la dinámica familiar cuando trabaja?

Poder, puedo, pero es bonito hacer sentir en el escenario una cierta dinámica familiar. Y cuando ensayamos somos lo suficientemente profesionales como para no pensar en que en un momento determinado aquí la hija trabaja con el padre; en ese sentido somos profesionales de pies a cabeza.

¿Cómo se manifiesta esa dinámica en el escenario?

Tenemos un cierto carisma que se transparenta en las miradas, en la proximidad. Creo que cuando alguien pone en el escenario a cinco actores sin relación entre ellos y los hace representar a una familia, la diferencia se nota.

Suena casi idílico. ¿Pero acaso no llega a surgir la dinámica de la relación entre padre e hija durante los ensayos, o en momentos en los que las cosas quizá no marchan tan bien?

No, de verdad que apenas surgen entre nosotros situaciones conflictivas. Nuestra relación es muy armónica, somos muy tolerantes. Y lo que también ayuda es la naturaleza de nuestro trabajo. Somos serios y disciplinados, pero también nos reímos mucho juntos y disfrutamos de nuestro trabajo. El humor contribuye mucho a crear una buena atmósfera.

Usted es el gran patrón de la familia. ¿Decide usted qué numeros se incorporan al programa o todos tienen los mismos derechos?

Todos aportan sus ideas, por eso no es simplemente “mi” programa en el que participan los demás. Pero en ciertos momentos sí que soy yo el que toma las decisiones, como “viejo sabio”. Si no sabemos ya qué hacer o no nos ponemos de acuerdo, soy yo quien tiene la última palabra y todos me escuchan –como yo escucharía a alguien que tiene mucha más experiencia que yo.

¿Era usted buen padre cuando sus hijos eran todavía pequeños?

Seguro que podría haber sido mejor padre. Yo mismo era todavía joven e inexperto. Pero he sido un padre divertido, eso sí que puedo decirlo de mí mismo. Nos divertíamos muchísimo.

¿Es usted personalmente una persona divertida?

Creo que sí.

Usted hace giras con su programa en solitario desde 1959. ¿Podría citarme un punto culminante dentro de su carrera profesional?

No, no podría nombrar ninguno en concreto, porque toda mi vida es un punto culminante. Tengo recuerdos muy concretos de cada ciudad en la que he actuado. A cada escenario me une un determinado ambiente o una anécdota. Por ejemplo, hace poco me di cuenta de que dos mujeres en la primera fila se la pasaban cuchicheando todo el tiempo. Tras la actuación vinieron las dos hacia mí y resultó que una de las mujeres era ciega y la otra le había ido explicando todo lo que estaba sucediendo durante el show. Es un sentimiento maravilloso el que me embarga cuando descubro que mi actuación le aporta algo a una persona que no ve. Pero también cuando un niño pequeño quiere que le dé un autógrafo después de la actuación y dice: “Estuviste genial”. Algo así es un auténtico punto culminante para mí.

El hecho de que incluso los niños reaccionen ante su programa y no solamente los adultos que lo conocen desde los años 70, demuestra lo intemporal que es su humor. Y ya se sabe que los niños siempre son sinceros.

Sí, claro, los niños dicen siempre la verdad. Pues sí, creo que mi arte es intemporal y funciona con gente de todas las edades.

A propósito de los años 70: en aquella época y en ocasión de una de sus actuaciones en el Circo Knie tuvo usted un encuentro memorable con Charlie Chaplin. ¿Cómo fue?

Para mí fue una experiencia excepcional. Lo habría sido para cualquier artista, porque para nosotros, los payasos y los cómicos, Charlie Chaplin es el más grande. Es como quien dice nuestro rey. Y lo encontré estupendo. Vio mi actuación, después charlamos en la caravana del Circo Knie. Fue un encuentro muy bonito en un ambiente distendido y me alegró que le gustara mi actuación. Eso fue en 1970. Tres años más tarde, cuando volví a a encontrarme con Chaplin en Knie, esa vez daba la impresión de ser ya un hombre “mudo” muy mayor. Ya casi no hablaba, por eso a posteriori me sentí especialmente contento de haberlo conocido antes, como persona muy viva y “presente”.

Usted dice que Chaplin era el más grande. ¿Tuvo también una importante influencia sobre usted personalmente?

Claro, es imposible no admirar profundamente a Chaplin. Sus películas mudas son geniales –poéticas, humanas, intemporales y muy divertidas.

Pero su gran ejemplo fue el payaso suizo Grock.

Es verdad, fue mi gran ídolo. Pero también hay un segundo suizo muy importante para mí: se llama Gaston y es un artista maravilloso al que se puede ver cada Navidad en el Circo Conelli de Zúrich. Es un gran artista, uno de los pocos que continúan la tradición de los payasos intemporales. Debería ser mundialmente famoso, pero es demasiado humilde…

¿Qué es lo que caracteriza a un payaso intemporal?

Es un ser encantador, poético y delicado, también ingenuo e infantil. Y nunca resulta vulgar o agresivo, todo esto se puede aplicar a Grock y Gaston.

¿Es el clásico payaso también una figura triste y melancólica?

Yo diría que eso es más bien un estereotipo. Claro que existen estas figuras melancólicas, los payasos que lloran. Pero no encuentro que esta característica sea tan importante para constituir un estilo como la amabilidad y el infantilismo.

Usted se ve a sí mismo como una persona divertida. ¿Pero somos nosotros, los suizos, un pueblo divertido?

Por supuesto, el suizo tiene un gran sentido del humor. En gran parte por eso hay muchísimos humoristas suizos extraordinarios, y el público también es muy bueno. 

¿Existe un humor típicamente suizo?

No creo, pero es verdad que hay sutiles diferencias lingüísticas con el humor alemán. Emil, que es amigo mío, me contó hace poco que algunos de sus números no funcionarían muy bien en Alemania. Esto se debe sobre todo a las sutilezas del idioma. Pero básicamente, los suizos se ríen de las mismas cosas que el resto de los europeos. 

El humor ha cambiado en general. Actualmente hay toda una generación de jóvenes cómicos que van contando sus asuntos en el escenario, con toda tranquilidad y al parecer espontáneamente. A eso se le llama «comedy». ¿Qué opina de este género?

No es mi estilo, me resulta por lo general muy rápido, bastante agresivo y poco poético.

¿Quizá sea este humor rápido la poesía cotidiana de nuestros ­tiempos?

Claro, este humor se inspira en la vida y se refiere a la actualidad. Tiene sus puntos positivos, sin duda, y tampoco quiero criticar a estos artistas. Sencillamente su estilo no corresponde al mío.

Usted es considerado como una persona muy dinámica, tiene familia, su propio teatro y una escuela de teatro. Toca diez instrumentos y le gusta pintar. Además se interesa por la política y esporádicamente participa en ella. ¿Es simplemente una persona activa o, incluso, infatigable e inquieta?

Quizá sea infatigable e inquieto, pero me siento bien así. Me gusta estar un poco estresado, pero cada día me tomo tiempo para leer el periódico.

¿En papel?

Sí, no sé nada de ordenadores.

¿También puede no hacer nada?

Claro, hay momentos en que no hago nada –pero son breves. No necesito descansar para recuperarme.

Le gusta mucho pintar; pero cuando se menciona el tema, usted dice siempre que no es pintor.

Eso es, no soy un pintor, sino un payaso que pinta. Es una diferencia importante. Yo pinto mucho y también expongo mis cuadros. Pero cuando veo los cuadros de los grandes maestros en los museos, comprendo que no puedo atreverme a considerarme un pintor de verdad. No puedo compararme con ellos.

Usted es uno de los más importantes, si no el más famoso payaso de Suiza. A sus 80 años, ¿qué consejo daría a un artista joven?

Le digo a cada artista joven que debe descubrir cuál es su talento principal, su especialidad particular y desarrollarla – ya sea la música, la acrobacia, el funambulismo. Es mejor hacer algo bien a hacer de todo un poco.

¿Tiene todavía sueños por realizar?

Hay muchos sueños, deseos y proyectos que me gustaría realizar. Pero por mi edad me limito a las ideas que todavía son realistas. Una de ellas es hacer una película. Llevo veinte años dándole vueltas a la cabeza al proyecto de hacer yo mismo una película –este año mi sueño se hará realidad.

¿Es una decisión publicable?

Sí, ya he encontrado a un director, actores y un productor y el guión también está terminado. Será una película cómica sin palabras – conmigo en el papel de un jefe de estación llamado Molinari. Pronto empezaremos a rodar.

 

Una vida entre candilejas

Es payaso, hace pantomima, acrobacia y es músico. La carrera de este artista que nació el 18 de septiembre de 1935 en Winterthur como Dimitri Jakob Müller empezó en 1959, cuando subió al escenario con su primer programa en solitario. La fama para este alfarero de profesión llegó en 1970, con su primera actuación como artista invitado por el Circo Knie. A la par inauguró su propio teatro en Verscio, Tesino, y en 1975 siguió la escuela de teatro «Accademia Teatro Dimitri». Desde 2006, este padre de cinco hijos también actúa con su familia, primero con «La Famiglia Dimitri» y ahora con «DimiTRIgenerations». «La Famiglia Dimitri» llegó incluso a representarse en el Broadway de Nueva York. En 2014, Dimitri fue galardonado con el Swiss Lifetime Award por las obras de toda su vida. Cuando no está de gira con el programa familiar o el actual programa en solitario «Highlights», a Dimitri le gusta pasar el tiempo en su casa tesinesa de Borgnone. (LEH)

ENTREVISTA: MARKO LEHTINEN

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