Naturaleza y medioambiente
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Tras la catástrofe de Fukushima, durante mucho tiempo la energía nuclear fue tabú en Suiza. Posteriormente, el temor a la escasez de electricidad dio alas a los partidarios de la construcción de nuevas centrales nucleares. Ahora, la resistencia ha vuelto a surgir de un campo inesperado.
Los defensores de la energía nuclear se alegraron cuando, a principios de 2023, Albert Rösti (UDC) sucedió a Simonetta Sommaruga (PSS) al frente del Departamento de Energía. Albert Rösti, opuesto a la transición energética y partidario de la construcción de nuevas centrales nucleares, que ellos consideraban una necesidad urgente, estaba de su lado. Pero sus esperanzas se verían pronto frustradas.
El lobby nuclear llevaba mucho tiempo advirtiendo de que Suiza no podría asegurar su suministro eléctrico sin centrales nucleares. Pero nadie le hacía caso. Tras la catástrofe de Fukushima (2011), la energía nuclear, que ya era objeto de controversia, terminó perdiendo todo atractivo. En 2017, el pueblo aprobó la “Estrategia Energética 2050”, y con ella el desarrollo gradual de las energías renovables y la prohibición de construir nuevas centrales nucleares. Indirectamente, esta decisión contribuyó a desconectar la central nuclear de Mühleberg (BE), actualmente en proceso de desmantelamiento. Gracias a ello, Suiza adquiriría mucha experiencia en este campo.
Mientras tanto, el desarrollo previsto de las centrales fotovoltaicas y eólicas nunca llegaría a consolidarse. Al no haber escasez de electricidad, el Parlamento no se vio presionado para dar mayor impulso a las energías renovables. La primera alarma no se hizo esperar: en otoño de 2021, más de cuatro años después del voto a favor del abandono de la energía nuclear, el Gobierno suizo publicó un estudio en el que advertía de una posible “escasez de electricidad”. Es cierto que el estudio describía el peor de los escenarios posibles. Pero la noticia asustó tanto a los políticos como al público en general.
La derechista y conservadora Unión Democrática del Centro (UDC), que ya entonces se oponía a la transición energética, criticó la “miopía” del Consejo Federal y reclamó en voz alta y clara la construcción de nuevas centrales nucleares para prevenir el riesgo de escasez. Entretanto se estaba reorganizando el lobby nuclear, y un nuevo rostro estaba emergiendo en sus filas: Vanessa Meury, Presidenta del club “Energía Suiza”, que a sus 26 años abogaba por una “política energética a largo plazo, fiable y respetuosa con el medio ambiente”. En otoño de 2021, Meury afirmó en los periódicos de Tamedia: “Creo que la opinión pública está cambiando a nuestro favor”. Su defensa de la energía nuclear estaba gozando de cada vez mayor aceptación. Con el afán de derogar la ley que prohibía la construcción de nuevas centrales, el club “Energía Suiza” lanzó una iniciativa popular denominada “Evitemos el apagón”.
La crisis energética en Europa, desencadenada por la invasión rusa a Ucrania, dio un impulso adicional a los partidarios de la energía nuclear. La eventualidad de una escasez de energía eléctrica se estaba convirtiendo en un escenario realista en Suiza, sobre todo en la temporada invernal. La Confederación y los cantones desarrollaron planes de urgencia; se dieron a la tarea de reglamentar minuciosamente quién podía consumir cuánta energía eléctrica y cuándo. La Ministra de Energía Sommaruga hizo un llamamiento para ahorrar energía en la cocina y compartir la ducha. Incrédulos, muchos suizos se preguntaban cómo se había llegado a tal situación en un país que durante décadas había tenido electricidad en abundancia.
Al final, Suiza atravesó el invierno 2022/2023 sin mayores problemas, gracias a las suaves temperaturas y a la rápida sustitución del gas ruso por otras fuentes de energía. El Parlamento se tomó en serio la situación y dio un impulso a las energías renovables, al tiempo que los partidarios de la energía nuclear volvieron a ganar credibilidad. Esto se debió también a que los debates sobre el futuro suministro de energía se ceñían más a la realidad: en adelante, la electrificación del transporte y de la calefacción aumentarían masivamente la demanda de electricidad. Además, habría que sustituir las centrales nucleares existentes, que generaban un tercio de la energía eléctrica anual.
En tales condiciones, todo parecía anunciar la entrada triunfal del defensor de la energía nuclear, Albert Rösti. Sin embargo, para sorpresa de todos el nuevo Ministro de Energía cambió de chaqueta: afirmó no tener ningún interés en reabrir el debate en torno a la energía nuclear. “Esta discusión ya no tendría sentido, incluso sería contraproducente”, declaró en entrevista al periódico Neue Zürcher Zeitung, en septiembre de 2023. De lo que se trata ahora, aseveró Rösti, es de poner en marcha la estrategia energética aprobada por el pueblo.
Por tanto, Rösti centrará todos sus esfuerzos en aumentar la producción de electricidad en los próximos cinco a diez años. En su opinión, Suiza necesitará urgentemente más electricidad durante este periodo, y volver a poner sobre la mesa el tema de las nuevas centrales nucleares socavaría peligrosamente estos esfuerzos, sobre todo porque esto no resolverá el problema a corto plazo: los expertos parten de la base de que la autorización y construcción de una nueva central nuclear lleva unos veinte años.
Mientras que el Consejero Federal por la UDC se niega a ampliar la red de centrales nucleares, otros están dispuestos a reforzarla de inmediato. La empresa ginebrina Transmutex está desarrollando una central nuclear que funciona sin uranio y que incluso será capaz de destruir los residuos de antiguos reactores. En este proyecto participa Maurice Bourquin, ex Rector de la Universidad de Ginebra y ex Presidente del Consejo del CERN. Recientemente, Bourquin solicitó al Consejo Federal que estudiara la posibilidad de poner en marcha un reactor de torio, a pesar de la prohibición de construir nuevas centrales nucleares.
Un reactor de este tipo utiliza torio como combustible, en lugar de uranio. A diferencia de lo que ocurre con las centrales convencionales, se estima que los residuos producidos por este tipo de central no irradiarían durante cientos de miles de años, sino “solo” durante unos cuantos siglos. Además, su cantidad podría reducirse drásticamente gracias a la economía de reciclaje de combustible que prevé el proyecto. Sin embargo, este reactor generaría radiación gamma de alta energía y calor. Los residuos tendrían que enfriarse para garantizar su almacenamiento final seguro, lo que conlleva no pocas incógnitas.
También se plantean nuevas formas de utilizar el emplazamiento de los reactores desmantelados. Por ejemplo, los Verdes Liberales proponen construir allí plantas de almacenamiento de la electricidad para tener reservas en caso de escasez de energía. En principio, las compañías eléctricas están abiertas a la idea, pero señalan que el emplazamiento de las antiguas centrales nucleares no puede utilizarse para otros fines hasta pasados quince años desde su desmantelamiento.
Por cierto, Rösti no pretende clausurar las centrales nucleares en funcionamiento, sino todo lo contrario. No debe producirse un segundo “caso Mühleberg”, dijo en la entrevista con el Neue Zürcher Zeitung. En caso necesario, declaró Rösti, el Estado deberá incluso intervenir para prolongar la vida útil de las centrales nucleares, que actualmente se estima en sesenta años o más.
Para mayor información sobre la energía nuclear y la eliminación de residuos nucleares, consúltese: revue.link/residuos
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